Apoyando mis manos en el balcón miro
el cielo,
preguntándome cual es el destino que
me tiene preparado,
porque ya estoy harto de cerrar y
abrir puertas a mi corazón.
Luego se acerca ella, moviéndose con
la brisa,
me seduce, me besa, me mira y me ama
en su silencio,
respira mi nombre mientras mis ojos se
cierran
y aprenden a desearla sabiendo que es
un pecado hacerlo.
Mis dedos la sujetan fuertemente,
mi boca saborea cada segundo a su lado
y mis pulmones se llenan con cada
fragmento de su aroma.
En silencio se transforma en mi
amante,
en aquel dulce beso que llena mi alma,
se convierte en cada latido de mi
corazón
y llenando cada palabra de mi boca.
Cuantas veces he dicho que desprecio
su presencia,
pero como bastardo, busco su
felicidad, su amor
y mientras mi alma se derrumba,
mi interior, mi deseo es caer ante su
figura y amar hasta la muerte.
Ella es mi amante perfecta, la que
cuando estoy triste aparece,
dándome tranquilidad, matándome
lentamente,
pero brindándome esa paz interior que
nadie entendería,
excepto quienes la buscamos en cada
momento.
Gracias por existir… mi perfecta
amante.