Bajando aquella pasarela

Caminaba entre la multitud
que observaba con euforia aquel buque de guerra
y de la nada apareció ella
bajando aquella pasarela,
la observe...

Aquel fue el segundo en el que me volví ciego,
fue el instante en que mis sentidos no reaccionaron
y me convertí otra vez en niño
renaciendo de alegría que aun no puedo explicar.

Recordar su nombre se me hace difícil,
pero soñar con sus ojos y aquella sonrisa
es aquello que hoy hace latir mi corazón.

Pensar que saludo a mi amigo el cual insistió
en que lo acompañara aquel día,
pero no la abrasé, ni le di un beso en la mejilla,
porque el solo hecho de contemplarla me daba miedo.

Me presente a ella y sus hermanas,
pero mi timidez era formidable
y no pude reaccionar menos aun decir más palabras.

La observaba detenidamente en segundos eternos,
recorría sus sonrisa y me inspiraba,
era un instante en el cual la examinaba
y solo deseaba con prontitud tener un cuaderno
y descubrirla para siempre.

Caminaba a su lado sin decir nada,
recorría el puerto de Antofagasta,
pero hoy de una manera diferente
y es que mis sentidos se habían perdido
cuando la miraron por primera vez.

Transitaba vestido de marino
luciendo aquel traje azul marino
la gente observaba y pedía fotos,
solo podíamos sonreír y decir gracias.

Seguíamos recorriendo aquel lugar
mientras yo me dedicaba con cautela
a observar su sonrisa la cual me enloquecía;
me enamoraba de aquella silueta,
de aquella perfección,
que al visualizarla no me dejaba respirar,
lentamente me ilusionaba con aquello
que nunca lograría alcanzar
y solo se transformaría en un hermoso poema
en mis recuerdos y en cada sueño.

Inesperadamente...

Una palabra que mis oídos conocían
iniciaron mi entrada
y mi boca con desesperación comenzó hablar,
mi timidez se marcho.

Fue algo épico,
conversábamos de igual a igual,
sonrisas, gestos, discusiones, formalidades,
volvían las sonrisas, las preguntas,
sus gestos técnicos y nuevamente su sonrisa.

Nos hicimos el ánimo de ir a navegar
en un paseo por la bahía,
mientras seguíamos recorriendo la costanera
me enamoraba, me ilusionaba como un niño.

Mirarla era un sueño,
observarla me transformaba en niño,
mi interior la idolatraba con euforia
y mi poesía desde hoy siempre la recordaría.

Nos subimos a la pequeña embarcación
y la gente nos observaba por vestir uniforme,
yo solo sonreía y la admiraba como un ángel.

Sentí como la brisa del mar inundaba mis sentidos
y el agua salada recorría mis instintos.

El mar se volvía niño,
jugaba con nosotros de estribor a babor,
nos mecía como a un bebe
y con respeto nos ofrecía una calma
y un paisaje que no había valorado...

Todo fluía armoniosamente,
pero yo solo recorría la belleza de su rostro
cuando sonreía y sacaba fotos.

Terminaba el paseo y con el un pronto adiós,
mi alma se volvía triste,
mis ojos se escondían y mi voz tartamudeaba.

Un beso en la mejilla, un gracias por el paseo,
un juntémonos otra vez, tal vez son las ultimas 
palabras que logro recordar en estos momentos.

Recuerdo vagamente su nombre,
pero creo que me enamore, me ilusione,
me volví un niño, me convertí en soñador.

Hoy quiero volver a ver aquel ángel,
quiero que sonría,
quiero escuchar su voz,
quiero enamorarme ciegamente,
quiero escribir su descripción y amarla,
quiero llenarme de valor y decirlo...

Hola, te vez muy bien,
me das la oportunidad de invitarte a salir
y comenzar a conocernos
y es que tu sonrisa y aquella mirada
lentamente me están matando
y ya no aguanto las ganas de poder decírtelo...

Pensar...

Que todo ocurrió cuando ella apareció
bajando aquella pasarela
y en ese instante enamoro a mi corazón.